El pueblo de México pidió
casi a gritos que el sumo pontífice hablará de los 43 de Ayotzinapa, de los
desaparecidos, de las víctimas de la narcoviolencia, de las madres que sufren,
de los marginados.
En su primera misa en la Basílica de
Guadalupe, delante de mas de 5.000 fieles, el papa Francisco habló de todos aquellos
que hacen parte de esa cultura del descarte que él tanto denuncia en su joven
papado. Afuera, en la explanada, más de 30.000 personas escucharon atentas
la "homilía de la inclusión".
Evocando al indio Juan Diego, a san Juan Diego, el papa pidió
“que nadie quede afuera”, porque “todos somos necesarios”, especialmente
aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la “altura de las
circunstancias” o no “aportan el capital necesario” para la construcción de las
comunidades, la sociedad y la cultura de un pueblo.
El papa revivió el primer encuentro entre la
Guadalupana y 'Juanito', una mañana de diciembre de 1531, y que marcó
un vuelco inesperado a la evangelización de América.. "En aquel
amanecer se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de
todo lo que este Santuario custodia. En ese amanecer, en ese encuentro, Dios
despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un Pueblo".
Al igual que Juan Diego, al igual que María, "la mujer del
sí” a Dios, Francisco alentó al pueblo mexicano para que también diga sí a la
esperanza, a la lucha, a no claudicar ante las adversidades. Pidió el sí a
todos, pero en especial a los pequeños, a los que sufren, a los desplazados y
descartados, a todos aquellos que “sienten que no tienen un lugar digno en
estas tierras”.
Con su mensaje, el papa
consoló a los afligidos y, a su paso, condenó al crimen organizado. “Dios se
acercó y se acerca (como hace casi 500 años hizo con Juan Diego a través de la
‘Morenita del Tepeyac') al corazón sufriente, pero resistente de tantas madres,
padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles
criminalmente a sus hijos”.
También habló de la juventud llamando al amor y a la inclusión.
“El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus
condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de
situaciones dolorosas, riesgosas…”.
'Panchito' como muchos le dicen cariñosamente, llegó a la
explanada de la Basílica cobijado por la fe de miles de mexicanos que le
acompañaron a lo largo de un trayecto de 16 kilómetros que separan la
Nunciatura de la villa de Guadalupe. Allí llegó finalmente a encontrarse con la
patrona de México y de toda América, para oficiar una misa con un alto valor simbólico
por ser el primer pontífice latinoamericano que la visita.
Los más afortunados tenían
pases para acceder a la Villa, donde se habían dispuesto enormes pantallas de
televisión para seguir la misa. El resto estaba desparramado a lo
largo del recorrido que terminaba en la explanada de la Basílica, pero no les
falló el ánimo a pesar del intenso sol, y celebraron los escasos segundos en
que vieron al pontífice a bordo del papamóvil. Francisco realizó un recorrido
por el exterior de la Basílica para poder bendecir y saludar a todos los fieles.
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